Club de cine espigadores: Gretta querida, ¿en qué piensas?

Es el día de la Epifanía de 1904 y está a punto de comenzar una de las celebraciones más concurridas de Dublín, la fiesta de las señoritas Morkan…

clubespigadores1Nada mejor para comenzar el año que una película que se desarrolla casi, casi en un día como hoy… hace ciento diez años. (Y basada en un cuento publicado hace cien años exactamente). El tiempo pasa, se nos escapa de las manos, entonces y ahora, y la película trata precisamente de eso.

¿Qué puede decirse de una peli que hace llorar al mismísimo Carlos Boyero? Aunque no es costumbre en el club adelantar críticas antes de ver una película, esta vez haremos una excepción, ya que hemos leído el relato de James Joyce en el que se basa (y que no causó muy buena impresión en algunos clubes de lectura):

  • Elegida por los críticos españoles como la mejor película de los ochenta, «Dublineses» es una de esas joyas que hace de la simplicidad y la transparencia su mejor virtud. Huston eligió el soberbio relato de Joyce para realizar su testamento cinematográfico, un film lleno de sinceridad y nostalgia con un final tan inesperado como conmovedor. Talento, humildad y emoción para una obra maestra absoluta, un oasis de clasicismo hollywoodiense a finales de la peor década de la historia del cine americano.

Daniel Andreas: FILMAFFINITY

  • «Una reflexión acerca del paso del tiempo, de lo inevitable de la decadencia y de la muerte y, en especial, de la nostalgia por lo irrecuperable. Una declaración de amor al cine»

Miguel Ángel Palomo: Diario El País

No es Dublineses una película que gustará a todos los espectadores. Tienen su parte de razón aquellos que dicen que se aburrieron viéndola.

Gort (registrado en Filmaffinity)

clubespigadores2clubespigadores3Los muertos se marchan, pero nunca del todo, y aunque les creamos muy lejos y ajenos ya a nuestro mundo, se resisten siempre a abandonarlo y siguen en él durante largo tiempo, igual que cuando vivían y cumplían, por banal o insignificante que fuera, un papel en nuestras vidas. No existen porque se fueron, y sin embargo ahí continúan, tenaces y persistentes y aferrados al espacio de los vivos, quién sabe si a la espera o en descanso y contemplación, posados en los objetos que tocaron y en los vasos de que bebieron, en los ecos de las risas de quienes rieron algún día sus bromas y entre las notas dormidas de canciones que, al despertar, despiertan también su recuerdo en aquellos que les conocieron mientras vivieron. No respiran ni padecen y nadie puede volver a verlos, pero nos miran y nos hablan y vagan entre nosotros, aguardando a que la memoria de los vivos dicte algún día su definitiva disolución, porque nadie vive para siempre pero tampoco muere nunca del todo, aunque su cuerpo deje algún día el mundo que conocemos. (…)

Hay quien señala en esta película taras sin número: se sostiene sobre abundantes diálogos, en buena medida triviales y accesorios; no hay nada que se pueda llamar un auténtico conflicto; es plana y funcional; los setenta primeros minutos, en fin, son una simple introducción al último cuarto de hora. Es muy posible, sin embargo, que quienes así opinan estén olvidando que a Huston nunca le importó tanto el cine como la vida y que, en buena medida, la vida es así, trivial, plana y repleta de palabras y momentos intrascendentes que sólo adquieren relieve cuando ya nada importa y puede brotar, por ello mismo, la belleza sencilla y serena de la auténtica poesía, la de esos inigualables quince minutos finales, en los que Huston invoca a su propia sombra, una sombra que nos recuerda lo que sin duda seremos un día, cuando venga al fin la nieve y no estemos allí para verla caer.

 Normelvis Bates (registrado en Filmaffinity)

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Unos toquecitos en el cristal lo hicieron volverse a la ventana. Otra vez había empezado a nevar. Soñoliento, se fijó en los copos, plata y sombra, cayendo oblicuos contra la farola. Le había llegado el momento de encaminarse al Oeste. Sí, los periódicos tenían razón: la nieve caía por toda Irlanda. Caía por toda la oscura llanura central, sobre las colinas desnudas; caía suavemente sobre la Marisma de Allen y, más hacia el oeste, suave caía sobre las oscuras olas amotinadas del Shannon. Caía también en la colina del cementerio solitario en que yacía enterrado Michael Furey. Se amontonaba espesa sobre las cruces y lápidas torcidas, en las lanzas de la pequeña verja, sobre los espinos resecos. Su alma fue desvaneciéndose mientras oía caer la nieve tenuemente por todo el universo, y tenuemente caer, como el descenso de un último ocaso, sobre todos los vivos y los muertos.

«Los muertos»

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Dublineses (Los muertos) (The dead, John Huston, 1987), basada en el relato Los muertos, de James Joyce, incluido en su libro Dublineses (Dubliners, 1914).