Club de cine Espigadores: La soledad, de Jaime Rosales

El próximo jueves, 7 de febrero, a las siete de la tarde, veremos La soledad (2007), de Jaime Rosales. Siguiendo con nuestra costumbre, no haremos ningún comentario sobre la película, para que no nos condicione nuestra recepción y valoración de la misma. Pero sí me parece interesante subir al blog un artículo de su director, Jaime Rosales, escrito a propósito de la muerte de Eric Rohmer (de quien vimos el primer año El rayo verde, que seguro recordaréis).

Ahí va; espero vuestros numerosos e interesantísimos comentarios:

Rohmer“Eric Rohmer me parece un cineasta muy importante. No creo que lo sea realmente para mucha gente. Me explico: no creo que sea un cineasta muy influyente. Existe una costumbre entre la crítica especializada que consiste en citar –sobre todo cuando se trata de hablar de una primera o segunda película de un cineasta– a un referente indiscutible dentro de la historia del cine que acompañe la valoración de esa primera o segunda obra. Es una manera de ayudar al lector –candidato a espectador de esa película– para que se oriente sobre lo que puede acabar viendo si decide superar la pereza y las incomodidades de salir de su casa y comprar una entrada en un cine cerca del barrio. Entre los más citados y, por ende, más influyentes dentro de la cinefilia estarían Bresson, Bergman, Godard, Cassavetes, Antonioni, Tarkovski; o dentro del mal llamado cine comercial, Spielberg, Hitchcock, Wilder, Tarantino, Allen, los hermanos Coen y muchos otros.

Pocas veces encontraremos entre ese tipo de crítica un apunte dirigido a la figura de Eric Rohmer. ¿Por qué? ¿Acaso no posee Rohmer un estilo suficientemente marcado? Yo creo que sí. Rohmer posee un estilo inconfundible. Dentro de los cineastas de la Nouvelle Vague posiblemente Rohmer presente el estilo más claramente reconocible. Más reconocible sin duda que el de Godard, Truffaut, Chabrol o Rivette. ¿Acaso no se hacen películas tipo Rohmer dentro de las nuevas propuestas cinematográficas? Posiblemente no o muy pocas. ¿Por qué? Porque, en primer lugar y sobre todo, el cine de Rohmer es un cine profundamente personal, y hoy en día nadie hace realmente películas profundamente personales.

El sistema de representación institucional que impera en el cine hegemónico –por recoger la terminología de Luis Alonso García en su extraordinario libro Lenguaje del cine, praxis del filme– no lo permite. Incluso se puede decir que está mal visto hacer películas personales. De lo que se trata es de hacer películas que se parezcan a otras películas. De lo que se trata es de hacer películas de género que nos cuenten lo que ya sabemos y que nos muestren lo que ya hemos visto. Al fin y al cabo esto es un negocio.

Dudo que Rohmer ganara dinero con sus películas. Desde luego, no con las primeras que son, a mi juicio, las más interesantes. Me entusiasma sobremanera La rodilla de Claire aunque, curiosamente, mi primer recuerdo de Rohmer no está en una de sus películas.La rodilla de Clara La primera vez que oí hablar –o, mejor dicho, que leí sobre la figura de Rohmer– fue en otro libro extraordinario, Días de una cámara, de Néstor Almendros. Yo era estudiante de cine en Cuba; y siendo estudiante lo que más me chocó en los capítulos que Néstor Almendros dedica al maestro francés tiene que ver con el ratio de rodaje empleado en las películas que rodaron juntos. Para los menos conocedores de la profesión, el ratio de rodaje es la relación entre la totalidad del material rodado y la duración final de la película. Es un aspecto importantísimo dentro de la fabricación de películas pues, como sabemos, rodar es muy caro y a más alto ratio, más coste; mientras que a menor ratio menor coste. Una película española normal se mueve alrededor de un ratio de uno a 12, mientras que una de Hollywood lo hace en un ratio de 1 a 40. Pauline en la playaEl caso de Rohmer es sorprendente. Sus primeras películas logró hacerlas dentro de un ratio de uno a 1,5.

Esto quiere decir que las hizo estrictamente a toma única y sin prácticamente ninguna  posibilidad de desdoblar planos. Sus películas eran muy baratas. Muy baratas y muy personales. Pero ya he dicho que hoy en día está mal visto hacer películas muy personales. Parece que también está mal visto hacer películas muy baratas.

Y el caso es que aquí estamos hoy escribiendo sobre Eric Rohmer. Escribimos en España sobre Rohmer; escribimos, cómo no, en Francia sobre Rohmer; escribimos, con seguridad, en EEUU sobre Rohmer; en Japón, en Australia, en Dinamarca y en Brasil. Posiblemente hasta en Burkina Fasso escriba alguien hoy algo sobre Eric Rohmer. Y la pregunta que me hago es ésta: ¿sirve de algo escribir sobre Rohmer? Y me la contesto a mí mismo: depende. Depende de si seguiremos queriendo hacer y si seguiremos queriendo ver – esto es lo más importante, pues en el espectador acaba el meollo de todo este asunto– películas que se parezcan cada vez más las unas a las otras, o si por el contrario, querremos descubrir nuevas películas que nos sorprendan. Aunque sean baratas y personales.

Adiós maestro y ¡hasta siempre!”
(Jaime Rosales, Películas personales y baratas, El mundo, 12 de enero de 2010).